domingo, 27 de enero de 2008

La honte.

"Les aspects positifs de la honte sont de l'ordre de l'éducation, de l'apprentissage de la vie sociale, de l'humanisme. La honte régule les relations sociales. Elle protège chacun en signalant les bonnes limites à ne pas dépasser.

La honte a des aspects négatifs quand elle est excessive chez un individu. Elle est alors source de souffrance individuelle....
Les excès de honte proviennent des humiliations, du mépris, des moqueries, de l'illégitimité, des secrets, de la régression sociale, de la rivalité, du mensonge,... ou des messages d'orgueil, d'ambition, de désir...que l'individu reçoit des autres."


Sales de tu casa cargado con la viejas maletas que usabas para ir a los conciertos de verano. Has decidido marcharte, lo has decidio mientras desayunabas y ahora, a pleno sol del medio día, marchas con poca convicción, arrastrando pesadamente esos dos pies que parecen bolas de plomo. Huyes, estás huyendo de las palpitaciones, de los cambios de tempertaura corporal, de los sudores fríos y los tics. Caminas silenciosamente, intentando no destacar, aún así, la gente que camina en dirección opuesta te mira con ojos inquisidores, una mirada agresiva, indescifrable augurio de juicio ajeno. Te sientes cansado y desea que la presión en el estomago desaparezca o al menos que descrezca considerablemente. No puedes levantar la cabeza, porque sabes lo que has hecho, los sabes tan bien como el resto de personas que caminan contigo pero en dirección opuesta. Sabes que no hay vuelta atrás, sabes que te habías metido en un callejón sin salida y ahora te toca cavar una galería de escape. No sabes dónde te llevará, pero saber no es lo más importante. Intuyes que será lo mejor, cualquier lugar será mejor que éste. Te sientes como cuando a los catorze años comparabas tu pene con el de tus compañeros de equipo de baloncesto, y notabas que la envidia se colocaba detrás de tus orejas, como dos focos de calor inexorable y creciente. Ahora también comparas, pero lo haces partiendo de otros pretextos, y te dices que envidias la rectitud, la decencia y moralidad de los demás. Pero te engañas, no les envidias, al menos no tanto como antes. No puedes dejar de repetir el momento en tu cabeza. La niña con el cerebro desparramado. La niña con el cerebro desparramado. La niña con el cerebro desparramado, una y otra vez, en todo momento y lugar, sin cese. Piensas que la podrías haber salvado, podrías haber frenado o tal vez no haber cogido el coche. Te preguntas qué más podrías haber hecho. Hace meses que te lo preguntas constantemente, desde el día en que la niña murió golpeada por tu parachoques. Creías haberla sentido, pero ahora sabes qué es realmente la verguenza, sabes lo que es arrepentirte de existir. Conoces los motivos de tu depresión y tu incapacidad para volver a confiar en ti mismo. Por eso te marchas, con las maletas llenas de verguenza, a cualquier otra parte. Solo quieres desaparecer. Desapareces. Ya no estás.

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